Inesperados encuentros con monitos en aeropuerto de Florida
Varias decenas de monos pequeños viven en tierras aledañas al aeropuerto de Fort Lauderdale, en la Florida, y constituyen una atracción turística
Mientras se escuchaba el rugido de los aviones, un anciano mono se recostaba en la rama de un manglar una tarde reciente cerca del aeropuerto de Fort Lauderdale, con su ego herido.
Mikey, como se le conoce, siempre fue el macho dominante de una manada de monos que se instalaron en un manglar junto a las pistas del Aeropuerto Internacional de Fort Lauderdale-Hollywood. Pero acababa de recibir una paliza de parte de un mono más joven llamado Spike. Mikey salió corriendo, gritando, y se instaló en una rama, desde la que miraba humillado a los humanos a cuatro metros (15 pies) de distancia.
“¿Tuviste un mal día?”, le pregunta Deborah “Missy” Williams, profesora de ciencias de la Universidad de Lynn que estudia los monos de la zona desde el 2014. Es la fundadora del Dania Beach Vervet Project, que tiene por objetivo preservar esta colonia única. “Te dejaremos solo para que puedas pensar”.
En Estados Unidos no hay una población nativa de monos, pero hay monitos de Vervet en Dania Beach desde fines de la década de 1940, descendientes de una docena de monos que fueron traídos de África occidental a un criadero y zoológico junto a una carretera. Hoy hay unos 40, divididos en cuatro grupos que viven en los alrededores del aeropuerto. La Florida cuenta asimismo con algunas colonias de macacos y de monos ardillas escapados.
Las autoridades de la Florida a menudo matan a las especies invasoras para proteger la fauna nativa. Pero toleran a los monitos de Vervet si no causan problemas.
De hecho, los monos son unas verdaderas celebridades. Les han dedicado reportajes televisivos y artículos en los diarios y son populares entre los trabajadores de la zona, que les dan comida a pesar de los carteles diciendo que hacerlo es ilegal.
“Mis amigos me preguntan, ‘¿hay monos donde tú trabajas?’”, dijo entre risas Harlen Caldera, empleada de un estacionamiento del aeropuerto, mientras les daba pasas de uva y nueces a unos monitos. Algunos comen directamente de su mano, mientras que otros recogen lo que ella tira al piso.
Los viajeros a menudo se sorprenden al ver a los animalitos y de inmediato sacan sus teléfonos para fotografiarlos o filmarlos. Los monitos de Vervet tienen pelo gris y negro, con algunas tonalidades verdes, lo que los ayuda a pasar inadvertidos en los árboles. Los machos generalmente miden poco más de medio metro (dos pies) y pesan siete kilos (15 libras). Las hembras miden medio metro (18 pulgadas) y pesan 4,5 kilos (10 libras). Viven unos 20 años.
Caldera y sus compañeros de trabajo protegen a los monitos, que no les temen a los humanos. Tratan de asegurarse de que nadie intenta atraparlos o hacerles daño. “Nunca se sabe lo que puede hacer la gente”, señaló.
La entrada a la reserva de 6,5 hectáreas dominada por Mikey, la matriarca Snow White (Blancanieves) y su manada ocupa la parte trasera del estacionamiento, detrás de un cerco con candado.
Los manglares son gruesos y el terreno barroso, excepto donde hay un poco de agua.
Williams empezó a estudiar a los monitos mientras sacaba su doctorado en la Universidad Atlántica de la Florida y se quedó en la zona tras completar sus estudios. A medida que ella y unos amigos se adentraban en el territorio de los monos una tarde reciente, la manada de 16 animales se les acercó. Los monos se alimentan con arañas, hormigas, lagartijas, semillas y flores, además de la comida que le da la gente.
“Se adaptan rápidamente a una dieta humana. Les encantan las cosas dulces y saladas”, dijo Williams, agregando que toleran muy bien la comida de los humanos.
En África, los monitos de Vervet son presa de leopardos, águilas y víboras. Pero en la Florida los peligros acechan fuera del manglar y lo representan los autos y los cazadores, que los venden como mascotas.
Debido a que es una población muy pequeña, Williams teme que la reproducción endogámica (entre animales de una misma familia) perjudique su salud. En África los monitos machos dejan la manada en la que nacieron al llegar a la madurez sexual, a los cinco años, y se unen a otra manada. Vuelven a cambiar de manada a los pocos años. Dado que hay solo cuatro grupos en esta zona, no hay suficiente rotación de machos y el acervo genético es pequeño.
Al ser los monitos una especie invasora, se fijan numerosas restricciones al tipo de ayuda que el grupo de Williams puede ofrecerles. Los animales que son cazados no pueden ser liberados. Se los sacrifica o se los coloca en cautiverio.
Williams opina que los monitos no pueden ser mascotas y por lo tanto no acude a los veterinarios cuando hay heridas o enfermedades graves. Confía en que la naturaleza los cure. Pero su grupo está construyendo un sitio cerrado para los monitos de Vervet que son capturados o que se aventuraron demasiado lejos de su zona.
Williams quiere que el estado permita la liberación de los monitos de Vervet capturados. Sostiene que, a diferencia de las serpientes pitón de Birmania, las iguanas y otras especies invasoras, los monos no causan daño al medio ambiente.
“Las vidas de los monos importan sean o no nativos de la zona”, expresó. “Habría que agotar todas las instancias antes de sacrificarlos”.
Sus estudios indican que, si no hay cambios, la colonia desaparecerá en 50 años.
La Comisión de Conservación de Pesca y Vida Silvestre de la Florida dijo que la colonia puede permanecer donde está, pero que no puede permitir la liberación de los monitos capturados porque “no está claro” su impacto en el ecosistema.
“Se corre además el riesgo de que haya heridas cuando se lidia con animales silvestres. Los monos pueden adoptar una actitud defensiva y morder o arañar a alguien. Los mamíferos, incluidos los monos de Vervet, pueden portar enfermedades transmisibles a los humanos, incluida la rabia”, dice un comunicado.
Al caer la noche, la manada se pasó de los manglares al estacionamiento del aeropuerto. Es la hora de la cena y allí hay semillas y gente que los alimenta. Algunos jugaban entre sí o se lamían mutuamente. Spike y Mikey volvieron a pelearse antes de que interviniese Williams y los separase. El anciano rey y su aparente heredero se sentaron a corta distancia, mirándose con desconfianza.
Poco después los monitos volvieron a los árboles para pasar allí la noche, sin perturbarse por el estruendo de los pájaros de metal que volaban sobre ellos.