Mujeres denuncian años de explotación laboral del Opus Dei
Más de 40 mujeres impulsan una denuncia contra el Opus Dei ante el Vaticano por presunta explotación laboral, abuso de poder y de conciencia
Lucía Giménez siente todavía en las rodillas el mismo el dolor que le provocaba fregar durante horas los pisos de los baños de los hombres en una residencia del Opus Dei en Buenos Aires con apenas 16 años y sin paga.
Se había sumado a la orden ultraconservadora a principios de los años 80 en su natal Paraguay con la promesa de recibir una educación superior para mejorar sus condiciones de vida, pero en vez de matemáticas o historia fue capacitada en cocina, limpieza y otras tareas domésticas para servir en los centros, residencias y casas de retiro del Opus Dei.
El Opus Dei (Obra de Dios en Latín) fue fundado por el sacerdote español Josemaría Escrivá de Balaguer en 1928. Está presente en cerca de 70 países y cuenta con 90.000 miembros. El grupo, que fue ampliamente favorecido por el papa Juan Pablo II quien canonizó a Escrivá en 2002, tiene un estatus único en la iglesia y reporta directamente al pontífice. Muchos de sus integrantes son laicos y mujeres con trabajos seculares y familia que buscan “santificar la vida ordinaria”, mientras otros miembros son sacerdotes y laicos célibes.
Giménez fue durante 18 años Numeraria Auxiliar, como se denominan a las mujeres dedicadas a tareas del hogar y que cumplen con el celibato. Asegura que lavaba ropa, limpiaba baños y atendía a miembros de Opus Dei en jornadas de trabajo mayores a las ocho horas que fija la ley laboral y que los descansos se limitaban a las horas de comer y rezar. Pese al esfuerzo, jura, “nunca vi un billete en mis manos”.
Ahora, a sus 56 años, Giménez impulsó junto a otras 41 mujeres una denuncia contra el Opus Dei ante el Vaticano por presunta explotación laboral, abusos de poder y de conciencia. Procedentes de Argentina, Paraguay, Uruguay y Bolivia trabajaron para la orden en Sudamérica, Italia y Kazajistán entre 1974 y 2015.
“Yo odiaba hacer los baños y me mandaban siempre a hacerlos. Estaba harta del dolor de rodillas, de arrodillarme para hacer las duchas”, relató Giménez en una reciente entrevista con The Associated Press. “Yo no veía la plata, nos decían que iba a un sobre directo al centro del que yo supuestamente dependía".
La mujer aseguró que aceptaba las condiciones porque “no te dan tiempo de pensar, de hacer crítica de lo que estás haciendo y no te gusta. Tenés que aguantar porque tenés una entrega total a Dios”. Contó que recién este año presentó una denuncia colectiva porque antes nadie la quiso escuchar. “Decís el Opus y te dicen ‘no, es muy complicado’. Empecé a hablar con ex Numerarias, había varias en la misma situación”.
En una declaración a la AP, el Opus Dei afirmó que no ha sido notificado de ninguna denuncia por el Vaticano y que ha tomado contacto con el representante legal de las mujeres para "escuchar los problemas y encontrar una solución a las posibles solicitudes".
Las denunciantes tienen en común un origen humilde. Fueron reclutadas y separadas de sus familias entre los 12 y 16 años. En algunos casos, como Giménez, fueron llevadas a centros y residencias del Opus Dei en otro país, burlando los controles migratorios.
Según la demanda, las menores cumplían sus tareas bajo “condiciones manifiestamente ilícitas: remuneración inexistente y sin alta en el régimen de Seguridad Social, jornadas laborales que se extendían más de 12 horas, con períodos de descanso breves; sin documentación personal o con retención de la misma y otras vulneraciones de derechos básicos”.
Aseguran que sacerdotes y Numerarias —de escala superior a las Numerarias Auxiliares— ejercían “coacción de las conciencias” sobre las mujeres para afianzar su vocación por servir y disipar crisis de fe, atemorizándolas con males espirituales si no cumplían con la supuesta voluntad de Dios. También que controlaban sus relaciones con el mundo exterior.
La mayoría de las mujeres solicitó la dispensa al volverse intolerable la exigencia física y psicológica a la que fueron sometidas durante los años de servicio. Sostienen que quedaron libradas a su suerte, sin dinero y muchas necesitaron tratamiento psicológico tras abandonar el Opus Dei.
“Es horrible como quedas después porque estás totalmente fuera de sistema. Fuera de todo, no sabés nada”, describió Giménez. “No sabía lo que era ir con una tarjeta al banco, no sabía cómo hacer un trámite al correo, me daba miedo la calle. Sufría de pánico”.
La denuncia presentada en septiembre ante la Congregación para la Doctrina de la Fe del Vaticano también señala a una veintena de sacerdotes de la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei por su presunta “intervención, participación y conocimiento en los hechos denunciados”.
“La jerarquía (del Opus Dei) está al tanto de las prácticas, no es algo inventado acá”, afirmó Sebastián Sal, abogado de las denunciantes. “Es una política interna del Opus Dei. La búsqueda de estas mujeres se realiza igual en todo el mundo... después de la denuncia apareció un grupo en México, en España, en Francia hubo un caso hace muchos años que fue a juicio laboral. Es algo institucional, no es algo que ocurre en Argentina”.
Sin embargo, el Opus Dei dice no saber nada de la denuncia.
“No tenemos ninguna notificación oficial del Vaticano acerca de la existencia de una denuncia de este tipo”, dijo a la AP Josefina Madariaga, directora de la oficina de comunicación y prensa del Opus Dei en Argentina. Refirió que a nivel mundial hay 4.000 Numerarias Auxiliares, de las cuales 80 residen en Argentina y que “todas las personas que han trabajado y trabajan en la obra reciben una remuneración. Todas”.
No obstante, la portavoz reconoció que “en las décadas del 60, 70, 80, 90, la sociedad entera se manejaba en estos temas de manera más informal o familiar. Gracias a Dios todos hemos aprendido como sociedad que este tipo de temas se tienen que manejar dentro de otro marco. El Opus Dei ha hecho los cambios y modificaciones necesarias para acompañar la ley vigente”.
Pero quienes fueron Numerarias Auxiliares mantienen vívido el recuerdo de lo que les pasó.
“Me dijeron que el sueldo lo tenía que entregar a la directora y que todos lo entregaban... era parte de la entrega a Dios”, relató Beatriz Delgado, quien se desempeñó como Numeraria Auxiliar durante 23 años en Argentina y Uruguay.
Trabajaba como empleada doméstica con salario cuando se acercó al Opus Dei por invitación de una colega. “Te convencen con lo de la vocación, con que ‘Dios te llama, Dios te pide esto, esto es lo que Dios quiere de vos, no podes fallarle a Dios’... A mí me engancharon por ese lado”.
Tras permanecer siete años en un centro del Opus Dei en Uruguay, Delgado se “escapó” y abordó un barco rumbo a Buenos Aires. En el puerto la esperaba una Numeraria. “Al día siguiente me lleva a una psiquiatra que me empezó a medicar pastillas para dormir, pastillas antidepresivas y otras para estar despierta en el día y poder funcionar. Estuve 9 años empastillada. Era una psiquiatra de ellos”, indicó.
En los primeros años de servicio, Alicia Torancio no cuestionó que le prohibieran hacerse amiga de otras Numerarias Auxiliares. Tampoco que la dejaban leer los diarios una vez que su superiora revisara que no tenían noticias de contenido sexual, ni que podía visitar a su familia sólo si iba en compañía de otro miembro del Opus Dei.
“Te mantenían en una inmadurez emocional. Todo el mundo externo era algo nocivo”, afirmó la mujer de 46 años, que hasta hace poco tuvo marcas en las piernas provocadas por el cilicio, un accesorio con púas metálicas que se ajusta en el muslo y que los miembros del Opus Dei utilizan como penitencia.
Torancio llegó a jefa de cocina de una de las residencias del Opus Dei e instructora de otras Numerarias Auxiliares. La exigencia la sumergió en un pozo depresivo durante cinco años y tras un intento de suicidio rompió toda relación con la Orden. “Me decían que (la depresión) era la cruz que Dios me mandaba”, dijo con la voz entrecortada. “Fue un lavado de cerebro con guantes blancos porque te lo vendían a través de Dios, de la voluntad de Dios, que es un padre que generaba culpa si no cumplías”.
Según consta en la denuncia, “cualquier duda vocacional era abordada por la institución como un problema psicológico/psiquiátrico con el consiguiente suministro de psicofármacos para neutralizar la voluntad”.
Respecto a los padecimientos psicológicos de las mujeres durante su permanencia en el Opus Dei, la portavoz Madariaga sostuvo que “lo que más nos interesa es recibir a cada una de ellas. Si hubiera una experiencia traumática o que les haya dejado una herida, sinceramente escucharlas, entender lo que pasó y a partir de ahí corregir lo que haya que corregir y solucionar”.
Las acusaciones de las ex Numerarias Auxiliares son similares a las presentadas por algunas mujeres de otra organización católica conservadora, la Legión de Cristo, que reclutó activamente a mujeres jóvenes para convertirlas en miembros consagrados de su rama laica, Regnum Christi, y trabajar en escuelas y otros proyectos bajo su órbita. Mujeres que dejaron la orden denunciaron abuso espiritual y psicológico; que fueron separadas de su familia; se les dijo que su malestar era “la voluntad de Dios” y que dejar su vocación equivaldría a abandonar a Dios.
El papa Francisco —de origen argentino— tomó medidas enérgicas contra los movimientos religiosos del siglo XX después de que varias órdenes religiosas y grupos laicos fueron acusados de abusos sexuales y de otro tipo cometidos por sus líderes. El Opus Dei se mantenía hasta ahora al margen de las controversias, aunque sí hubo casos de sacerdotes acusados por mala conducta.
Las denunciantes reclaman al Opus Dei una reparación económica, que reconozca los abusos cometidos y pida perdón. También exigen “se tomen las medidas correctivas pertinentes para que estas cosas no sigan sucediendo y se inhabilite para ejercer cualquier cargo eclesiástico y se sancione a los responsables de estos actos”.
El abogado Sal reconoció que recientemente estuvo reunido con el Vicario del Opus Dei en Argentina, Juan Llavallol, y que hubo de parte de la Orden voluntad para pedir disculpas públicas. No obstante, aclaró que la denuncia sigue su curso en la medida que las mujeres no reciban una compensación económica.
Un portavoz de la Santa Sede no respondió de inmediato a una solicitud de información sobre si se había recibido la denuncia de las ex Numerarias Auxiliares o si algo había sucedido con ella.
El abogado Sal dijo que si el reclamo de las mujeres no es atendida impulsará una denuncia penal por “trata de personas, reducción a la servidumbre, captación de conciencia y privación ilegítima de la libertad” contra el Opus Dei en Argentina y demás países mencionados.
La ley argentina contempla penas de 4 a 15 años de prisión por trata de personas, un delito cuya sanción se ve agravada si lo comete un ministro de culto. La acción penal prescribe una vez trascurridos 12 años desde que cesa el delito.
“Ellos dicen que ‘vamos a ayudar a la gente pobre’, es mentira, no ayudan, se la quedan (el dinero) para ellos”, lamentó Giménez. “Es muy importante lograr alguna justicia, es increíble que no muevan un dedo para pedirte perdón y darte lo que te corresponde...Eso sería lo digno de un ser cristiano, de una persona que reza todos los días y tiene misa todos los días”.