Divisiones internas amenazan con hundir a los demócratas
Los demócratas se encuentran en una histórica batalla en el Congreso, en la que están en juego billones de dólares, sus prioridades legislativas y posiblemente su futuro político
Los demócratas se encuentran en una histórica batalla legislativa, en la que están en juego billones de dólares, sus prioridades legislativas y posiblemente su futuro político. Pero están tan divididos que podrían perderlo todo.
La animosidad entre las facciones progresista y centrista es tanta que cada una dice que no confían en la otra. Vuelan los insultos como “estúpidos” y “locos” y juramentos de no ceder jamás.
Siempre cuando un partido tiene mayoría en ambas cámaras legislativas abundan las divisiones internas, incluso cuando también controlan la Casa Blanca. Los demócratas, por ejemplo, tuvieron que superar sus desacuerdos en el 2010 para aprobar la ley de salud promovida por el entonces presidente Barack Obama Los republicanos no pudieron superar sus propias divisiones en el 2017, cuando bajo la presidencia de Donald Trump intentaron anular esa ley de Obama.
Pero esta vez se trata de un plan a 10 años, por 3,5 billones de dólares y que abarca un enorme abanico de iniciativas sociales y ambientales, y los demócratas no tienen margen de error.
Para aprobar la medida, necesitarán todos los votos en un Senado dividido por la mitad a 50-50, y todos menos tres de los votos que tienen en la Cámara de Representantes Ante una aritmética tan apretada, las expresiones de desconfianza mutua no hacen nada para promover la unidad y para evitar que la prioridad legislativa de la presidencia de Joe Biden quede reducida a cenizas, lo que podría tener graves consecuencias a largo plazo.
“No es saludable que los demócratas se estén dando ultimátums unos a otros”, expresó el representante demócrata por Vermont Peter Welch. “Es políticamente y existencialmente importante que logremos esto. Si fracasamos, nos hundimos”.
Esos ultimátums pasarían su primer a prueba el jueves, día anunciado por la presidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelos para la votación sobre otro paquete legislativo importante: una iniciativa de un billón de dólares para mejorar sectores de infraestructura como carreteras y acceso a internet. Pelosi, sin embargo, ha sugerido que la votación podría ser postergada.
Si bien es verdad que todos los demócratas desean la aprobación de ambas iniciativas, y que la retórica reciente podría ser puro teatro político, lo cierto es que el debate está ardiendo en un momento sumamente delicado en la política estadounidense.
A cambio del apoyo de los moderados a una iniciativa presupuestaria previa, Pelosi inició esta semana el debate sobre el plan de infraestructura, que era su máxima prioridad.
Pero el ala progresista, que domina la cámara baja, está amenazando con votar en contra porque no confía en que los centristas apoyarán la legislación de 3,5 billones de dólares.
Los centristas consideran la propuesta mayor demasiado costosa, y se oponen a algunas cláusulas que tiene sobre gasto público e impuestos a los ricos. Debido a la necesidad de un consenso entre ambas facciones, lo más probable es que el tamaño de ese proyecto disminuya.
Los progresistas exigen que el liderazgo demócrata cumpla su palabra en cuanto a que ambas iniciativas serían sometidas a votación al mismo tiempo, una táctica que esencialmente significa que cada facción podrá tomar como rehén a la otra hasta que ambos planes sean aprobados.
Hasta ahora, no hay una versión consensuada sobre la propuesta más grande, así que eso no funcionará. Debido a que dos senadores demócratas centristas — Joe Manchin de Virginia Occidental y Kyrsten Sinema de Arizona — están obstaculizando un acuerdo, han proliferado las críticas entre los demócratas de la cámara baja y de la cámara alta.
“No vamos a confiar ciegamente en que estas propuestas sean consideradas por el Senado a menos que tengamos una garantía”, destacó la representante demócrata Ilhan Omar, de Minnesota, una de las progresistas. La garantía que ella y los demás progresistas desean es que el Senado apruebe un plan de 3,5 billones de dólares que pueda ser aprobado por la cámara baja.
“Cuando yo era pequeño mi padre me decía que hay una línea muy fina entre ser buena persona y ser ingenuo, pues yo no soy ningún ingenuo”, expresó el representante demócrata Jim McGovern, de Massachusetts. Añadió que los progresistas en la cámara desean “una garantía” de que el Senado aprobará la medida y la enviará a la cámara.
Sin embargo, en vez de esperar a que se logre dicho acuerdo, la dirigencia partidista en la cámara está acatando “un plazo estúpido y arbitrario” según el cual el plan de infraestructura tiene que ser sometido a votación esta semana, se quejó la represenante demócrata Pramila Jayapal, del estado de Washington y del ala progresista.
Entre los moderados, la representante demócrata por Florida Stephanie Murphy relató a reporteros el miércoles que en su opinión Biden, líderes del partido y grupos afines como los sindicatos deberían presionar a los demócratas en la cámara para que apoyen el plan de infraestructura.
“Si la votación de mañana fracasa o queda postergada, se rompería la confianza mutua y ello frenaría la agenda legislativa de Biden”, declaró Murphy, del ala centrista.
En la tarde del miércoles Manchin, el legislador centrista más resentido por los progresistas, causó aun más controversia al lanzar otra ofensiva contra el plan de 3,5 billones de dólares, afirmando que semejante gasto público en momentos de alta inflación y enorme deuda “es la definición de locura fiscal”.
“Entonces querrá decir que el presidente es un loco, porque ésta es la agenda del presidente”, comentó Jayapal.
Nada de esto sorprende a John Lawrence, quien fue asistente de Pelosi en la época en que la reforma del sistema de salud era debatida por el Congreso.
Esa medida fue eventualmente aprobada, a pesar de una férrea posición de los republicanos y desacuerdos internos entre los demócratas sobre por ejemplo una “opción pública” para la cobertura médica, que eventualmente tuvo que ser descartada.
La desconfianza entre las dos cámaras en ese entonces “era muy, muy profunda”, recuerda Lawrence. En entrevista con AP, relató que el entonces líder de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Reid, encaró el tema enviando a los miembros de la cámara baja una carta privada en que los senadores les prometían aprobar partes de su plan.
Al igual que ocurrió 10 años atrás, ahora las divisiones internas entre los demócratas podrían hundir a la prioridad legislativa del gobierno de turno y afectar al partido en las próximas elecciones, observó Lawrence.
“Esto demostrará si los demócratas pueden realmente gobernar... Es como un duelo entre vaqueros en que todos se apuntan con la pistola al mismo tiempo. O tiran el gatillo, o regresan al bar y tratan de hallar una solución negociada”, dijo Lawrence.