Club de las Chicas con Agallas hace ciencia en Galápagos
De la mano de una prestigiosa académica, un pequeño grupo de niñas juegan a ser científicas en Galápagos
A la más pequeña de grupo —Grace Carrick, de ocho años— se le iluminan los ojos cuando recuerda que nadó con tiburones y mantarrayas, que cuando hace esnórquel puede ver lo que hay debajo del agua y que una ocasión se cruzó junto a ella una iguana nadando a gran velocidad.
Grace, al igual que otras nueve niñas, es parte de las Chicas con Agallas, un pequeño club, exclusivo para niñas, en el que se les invita a acercarse al mundo de la ciencia y la investigación.
La fundadora y coordinadora de esta iniciativa es Diana Pazmiño, una científica e investigadora del campus Gaias, de la Universidad San Francisco de Quito, en la isla San Cristóbal, quien en declaraciones a The Associated Press dijo que este grupo nace como respuesta a la desigualdad en oportunidades para niños y niñas. “Por alguna razón asumen que una mujer no puede ser una científica, que tampoco puede trabajar con tiburones o con animales salvajes porque es muy peligroso. No es posible que sigamos en un mundo con estas desigualdades”, aseguró.
Añadió que este grupo tiene el propósito de dar a sus pequeñas integrantes "un espacio seguro en el que ellas vean que son capaces de hacer lo que quieran. Si quieren ser científicas que pueden lograrlo; si quieren ser médicos que pueden hacerlo”.
El club de las Chicas con Agallas está inspirado en una propuesta parecida que funciona en Estados Unidos bajo el nombre de Gills Club, que busca conectar a las chicas con la ciencia y la conservación ambiental.
Grace explicó que en el club les enseñan "muchas cosas nuevas. Jamás creí que había un tiburón del porte (tamaño) de un lápiz. También he visto muchas cosas nuevas. Conocí a las rayas y a las mantarrayas, que son muy grandes. No me dio miedo ver a un tiburón de verdad, solo lo dejé tranquilo, porque si no se les molesta, los animales no te hacen nada”.
Las niñas mantienen reuniones una vez al mes cuando reciben charlas de científicos internacionales invitados al campus, visitan el laboratorio molecular, usan microscopios de alta potencia, pero también recogen basura de las playas y el océano, acompañan a investigadores a recoger muestras para ser procesadas en los laboratorios y presencian el marcaje de especies con fines investigativos.
Lucía Salinas —de 43 años, ama de casa y madre de dos de las integrantes de las Chicas con Agallas, Grace y su hermana Sofía, de 11 años— señaló que ellas “han aprendido muchísimo en el club. Les ha permitido conocer más de la fauna y las especies marinas. Han prendido a querer la isla, tener confianza cuando están en el mar. Esto me llena mucho de emoción, las veo libres y seguras”.
Amy Rojas, de 12 años, también es parte del club y dijo a la AP que “antes quería que me regalen muñecas y juguetes por navidad, pero el año pasado pedí un microscopio. Puedo ver cosas y una vez vi las alas de una polilla y otras cosas que yo quiero”. Su pequeño aparato negro está sobre una mesa de plástico en su habitación, junto a libros de ciencia.
Diana Pazmiño, la fundadora del club y oriunda de Galápagos, cuenta que ella se interesó en las ciencias marinas a partir de la experiencias y los recuerdos de cuando su padre la llevaba a hacer esnórquel en entradas de mar en la isla Isabela, la más grande del archipiélago.
Sofía, la hermana mayor de Grace, expresó que por primera vez en su vida entró a una laboratorio científico y vio a través de un microscopio. “Había partículas que los ojos no ven, era como otro mundo”. También relató que cuando vio por primera vez un tiburón "me dio desesperación, pero como Diana me enseñó, me quedé tranquila, sin hacer movimientos bruscos para no molestarlo”.
A una nueva convocatoria para integrar las Chicas con Agallas se presentaron otras 10 postulantes. Dentro de poco serán un total de 20, lo que demandará de nuevos voluntarios, a menudo estudiantes del campus, para cuidar a las menores, sobre todo cuando salen a la parte alta de la isla, a las playas o al mar.
Doménica Guerrero, estudiante en el campus, es voluntaria para cuidar a las Chicas con Agallas y aseveró que trabajar para las niñas le ha recordado que “en la ciencia nunca se debe dejar de ser curiosa. Es algo que olvidamos a medida que crecemos y ellas me han recordado que hay que ser muy curioso en la ciencia y nunca dejar de preguntar".